Mientras la presidenta Boluarte viste relojes Rolex, joyas caras y se hace cirugías plásticas, nuestro pueblo pasa hambre, no encuentra chamba y se enfrenta a la desesperación, señala la columnista.
Mientras la presidenta Boluarte viste relojes Rolex, joyas caras y se hace cirugías plásticas, nuestro pueblo pasa hambre, no encuentra chamba y se enfrenta a la desesperación, señala la columnista.

Con un gobierno corrupto que le huye a la democracia y que no hace más que pasar de un delito a otro, poco nos puede sorprender esta “descoordinación” en relación con la presentación de las cifras de pobreza por parte del INEI. ¡Qué manera más tangible de que se demuestre su fracaso! Mientras la presidenta Boluarte viste relojes Rolex, joyas caras y se hace cirugías plásticas, nuestro pueblo pasa hambre, no encuentra chamba y se enfrenta a la desesperación.

No fueron suficientes las alarmantes cifras de anemia en niños pequeños y parece que tampoco es suficiente la existencia de muchas personas que hoy se encuentran oficialmente en pobreza y en pobreza extrema para realmente ponerse al servicio del país. Los buenos funcionarios públicos hacen esfuerzos denodados para contribuir en mejorar la vida de la ciudadanía, pero, mientras no cuenten con verdaderos líderes políticos con voluntad de hacer transformaciones sociales, son pocas las cosas que pueden avanzar.

A la precariedad en la que vivimos se le suma la violencia y la inseguridad. El viernes mi esposo y yo tuvimos la mala suerte de vernos involucrados en medio de una persecución de un sereno a un auto y a una moto manejados por delincuentes que estaban huyendo, seguro luego de haber cometido una fechoría. Todo fue muy rápido, pero, mientras ese auto intentaba pasarnos de forma prepotente y agresiva, se escuchó un disparo. Nunca supimos si dispararon al aire, al sereno o hacia nosotros. Pero, mientras terminábamos de entender qué había pasado y confirmábamos que estábamos sanos y salvos, la situación nos dejó con una sensación de desesperanza. La misma emoción que estamos sintiendo muchos de los que realmente queremos a nuestro país: por un lado, decepción y, por otro, hartazgo.

Esto, por supuesto, genera que sea más fácil para los delincuentes (los que andan en motos y los que andan vestidos de autoridades electas) que hagan de las suyas. Priorizando sus beneficios individuales y engrosando sus bolsillos, mientras que los pobres se hacen más pobres y los hambrientos tienen más hambre.

Pero, ¿qué podemos hacer? Esta es la pregunta que surge en todas las conversaciones y grupos de WhatsApp entre amigos y colegas. ¿Dejamos que se sigan cargando al país y la democracia? ¿Dejamos que sigan robando y burlándose de todos nosotros? ¿Dejamos que sigan destruyendo nuestra nación? La respuesta no puede ser “nada”… tiene que ser “algo”. Así que, desde donde estés, te toca hacer “algo” y no es una cuestión de voluntad, sino un deber. Y es que juntos y juntas podremos lograr el cambio: no dejemos que se salgan con la suya, como siempre el país está en nuestras manos: en las mías y en las tuyas.