“La verdadera función social de las empresas de nuestro grupo es que los hijos de sus integrantes lleguen a otros destinos que los que ellos construyeron”.
“La verdadera función social de las empresas de nuestro grupo es que los hijos de sus integrantes lleguen a otros destinos que los que ellos construyeron”.

“Pocas veces me siento tan satisfecho como cuando un operario de máquina, un chofer de camión, un conserje, o cualquiera de los cientos de colaboradores sin educación superior que trabajan con nosotros, me dice que su hijo es ingeniero, contador o administrador de empresas, algo diferente de lo que él es”, me dice un empresario fuera de serie, que ha liderado un grupo nacido en la generación de sus padres y que él ha hecho crecer con habilidad y compromiso.

“En esas ocasiones tengo muy claro que hemos logrado más que generar productos y servicios de mucha calidad, más que hacer crecer nuestras utilidades y satisfacer demandas concretas de la población”, reflexiona.

“La verdadera función social de las empresas de nuestro grupo es que los hijos de sus integrantes lleguen a otros destinos que los que ellos construyeron”, termina.

Pasa a contarme sobre sus hijos. “La mayor”, dice, “es sumamente diligente y ordenada, excelente alumna. Me ha dicho que piensa estudiar Ciencias Políticas. Como comprenderás, ahí sí me desconcerté. La palabra política me pone la piel de gallina. Pero es lo que quiere, ni modo”, concluye algo nervioso.

Me lo quedo mirando un rato.

“Para tu tranquilidad, no conozco ningún político que haya estudiado Ciencias Políticas. Más bien, sé de varios extraordinarios empresarios que sí se han formado en esa disciplina. Pero, sobre todo, tú mismo has dicho que nada te satisface más que cuando un trabajador te dice que su hijo termina siendo algo distinto de lo que él es. Aplicando esa lógica, ¿no deberías estar feliz con la decisión de tu primogénita?”.


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