Nosotros somos nuestros prójimos
Nosotros somos nuestros prójimos

Se dice que el diablo está en los detalles. Pero cuando se dice “¡qué bonito detalle!”, nos referimos a lo que hacemos por alguien. También Dios está en los detalles.

Al sonreír, ceder el paso, hacer un comentario amable, pedir por favor y disculparnos nos ponemos en contacto con y nos inclinamos ante aquello que hay de divino en nuestros semejantes.

Esa simpatía, convergencia de experiencias, comunidad de vivencias, también se aplica a uno con uno mismo. Aceptarse, tolerarse, ser amables con nosotros mismos, contribuye de manera importante al bienestar. Y a resistir los inevitables embates de la vida.

Cuando somos considerados y amables con nosotros mismos nuestro organismo reacciona como cuando recibimos ayuda de los demás. No es positivismo forzado ante los problemas propios. Es la otra cara de la moneda de la culpa exagerada y la autoincriminación. El trato gracioso de uno mismo termina convirtiéndonos en personas resistentes que resuelven las tareas de la vida.

Es posible reconocer momentos en los que estamos siendo malcriados con nosotros mismos, nos revolcamos en nuestra culpa, nos prohibimos gozar en circunstancias complejas. Y reemplazar esas faltas de respeto por reconocimiento de los problemas, acciones concretas para resolverlos si es posible, procesarlos emocionalmente, sin hacerse todo un drama que nos pone en el centro del universo.

Digamos, no hacernos a nosotros lo que no queremos hacer los demás; o amarnos como a nuestro prójimo. Ni más ni menos. En los confines del encierro.

TAGS RELACIONADOS