¿Para qué? y ¿por qué?
¿Para qué? y ¿por qué?

‘Para’ y ‘por’ son dos preposiciones que alteran de manera significativa el impacto emocional de una expresión. ‘Lo hago por’ no es lo mismo que ‘lo hago para’. En el primer caso se trata de causas, en el segundo de propósitos. ‘¿Por qué existo?’ remite a cadenas de probabilidades, moléculas, acontecimientos, mientras que ‘¿para qué existo?’ nos sumerge en un universo de creencias, deseos y ansiedades que escapan a la verificación y el experimento.

En el primer caso nos situamos en el tiempo y retrocedemos. Claro, la respuesta que damos al porqué puede permitirnos predecir el mañana: cuando entendemos las relaciones entre causas y efectos, nos adelantamos, controlamos. Con sus idas y venidas, aciertos y errores, bendiciones y maldiciones, es la historia de la ciencia y la tecnología. En efecto, hacemos una hipótesis y la sometemos a prueba. A ver, quito, pongo, altero, comparo y concluyo.

En el segundo caso abandonamos el tiempo, nos salimos de la historia y desde el vacío, la angustia, la esperanza, el deseo y la fe tratamos de moralizar lo que ha ocurrido en nombre de una finalidad última, de lo deseable, de aquello que nos justifica y da valor, a nosotros, a nuestro grupo de pertenencia, a la humanidad en su conjunto. Sin embargo, no hay rigor, ni método, ni razonamiento que pueda darnos la razón o desmentirnos.

La mente humana confunde fácilmente las dos perspectivas mencionadas. Aunque ambas son respetables y válidas, es muy importante tener claro en cuál de las dos nos situamos y que nuestros interlocutores también lo sepan. Porque las tragedias ocurren inevitablemente cuando nuestras justificaciones se hacen en nombre de la ciencia.

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