Una fenomenal compresión del Titán acabó con la vida de los tripulantes y la estabilidad mecánica del minisubmarino en una fracción de segundo, señala el columnista.
Una fenomenal compresión del Titán acabó con la vida de los tripulantes y la estabilidad mecánica del minisubmarino en una fracción de segundo, señala el columnista.

Toda la atención mediática global se concentró esta semana en el Atlántico Norte, no muy lejos de Canadá, por razones que nada tienen que ver con el clima aparentemente. Ya que en este mundo, casi todo tiene que ver con el clima. Empezando por la forma en que construimos y terminando en la forma en que nos vestimos.

La noche del 14 al 15 de abril de 1912, el majestuoso transatlántico Titanic – y pese a las advertencias de navegar a la velocidad en que lo hacía, en una noche sin luna, en una zona de aguas muy frías según ha relatado James Cameron – los témpanos de hielo marcaron su viaje a la inmortalidad, a expensas del final del invierno (otra vez el clima) de 1912 y de la inmortalidad agregada de 1505 personas.

James Cameron fue el director de Titanic, la afamada película que lanzó al estrellato a Leonardo Di Caprio y Kate Winslet. Pero no es un director cualquiera. Es un personaje que integra el reducidísimo grupo de personas que hace inmersiones a grandes profundidades en el incesante avance de la curiosidad y la ciencia, que van de la mano. Me sorprendió saber que ha visitado 33 veces los restos del Titanic en vehículos con certificaciones más apropiadas que las que acaban de terminar con la vida de cinco aventureros en la reciente aventura para observar los legendarios restos del transatlántico.

Cuantas películas de guerra hemos visto de submarinos que tienen que hundirse al límite de sus capacidades estructurales; donde los crujidos del metal comprimido por la inmensa presión que el agua ejerce sobre la nave son un asunto de vida o muerte.

La muerte en este caso es el estallido del submarino. Pero no es una explosión como todos estamos acostumbrados a reconocer en la superficie de nuestro planeta donde un estallido disipa hacia el exterior la materia o cuerpo en explosión.

En las profundidades del mar los estallidos son hacia adentro: implosiones. De hecho, hemos sabido a través de información de la marina norteamericana que una señal propia de una implosión se produjo en el fondo marino a mitad de camino entre la superficie y los más de 3 kilómetros en los que yacen los restos del malogrado Titanic.

Una fenomenal compresión del Titán acabó con la vida de los tripulantes y la estabilidad mecánica del minisubmarino en una fracción de segundo.

El universo está hecho de hidrógeno y helio en casi su totalidad, pero gracias a los procesos de muerte de estrellas más masivas hay dos derroteros conocidos: Las que terminan su vida en una implosión mayor que en pocos minutos genera la casi totalidad de los elementos de la tabla periódica que existen en el universo mientras se comprime el núcleo estelar y de allí se formarán planetas y toda la cadena que lleva a la vida; o aquellas que implotan y terminan en un agujero negro.

Esta semana la naturaleza castigó el esfuerzo de algunos por seguir sus ímpetus de curiosidad y elevó, 111 años después, a 1510 las vidas que se llevó el Titanic.