Si no podemos cuidar a quienes son los llamados a proteger nuestra infraestructura, menos podremos, seriamente, mitigar los impactos cuando las aguas arrecien, advierte el columnista. (Foto: MTC)
Si no podemos cuidar a quienes son los llamados a proteger nuestra infraestructura, menos podremos, seriamente, mitigar los impactos cuando las aguas arrecien, advierte el columnista. (Foto: MTC)

En un evento organizado por Concytec tras el catastrófico Niño de 1982-1983, una publicación que recopilaba parte de las ponencias allí presentadas contó con aportes de importantes investigadores peruanos. Ronald Woodman entre ellos. Para los jóvenes que no han podido interactuar con esta notable figura de la ciencia en el Perú, se trata de un piurano universal.

En la introducción de su trabajo referido al Niño en cuestión, Woodman señaló textualmente que: “Existe consenso de que el Fenómeno de El Niño 1982-1983 fue extraordinariamente excepcional. Se habla de las mayores lluvias recibidas en el norte del Perú en lo que va de este siglo o en los últimos 100 años. Pocos son los que se atreven a darle un periodo de recurrencia mayor a estos, pero estamos seguros más por falta de información que de convencimiento. Determinar con qué frecuencia han ocurrido catástrofes como la del año 1983 es de gran importancia. Se gastarán miles de millones de soles en la reconstrucción de las obras civiles destruidas y habrá que decidir si estas deben ser construidas para que soporten lluvias y avenidas que ocurren cada 100 años o cada mil”.

En 1997 y con el muy severo episodio de El Niño de entonces, Woodman me dijo que el episodio de 1983 podría haber sido el mayor de los últimos 400 años. Luego vino 1998 con un severísimo castigo al norte. La historia, algo menor se repitió en 2017 y algo aún menor en 2023. Son más frecuentes.

Las cifras de ENFEN de los últimos pronósticos reducen la probabilidad, aún alta de un evento fuerte este verano; pero si ello sucede otra vez, tendremos que replantearnos si es que el cambio climático empieza a incrementar la frecuencia de estos Niños costeros devastadores y, por lo tanto, aquello que Woodman planteaba con los periodos de retorno de los Niños: De qué dimensión deben ser las obras para preparar al norte en particular y al país en general para un evento más recurrente.

Esta inquietud del cambio climático está –de hecho— detrás de la aún alta probabilidad de un El Niño Costero fuerte según ENFEN.

En el campo práctico de cómo se preparan en este momento y cómo avanzan muchas de las obras contratadas para las defensas ribereñas y otras acciones que el Estado acomete, debo comentar que muchas obras han sido condicionadas por el crimen. Organizado o local. Al extremo que algunos contratistas están retirándose de sus obligaciones por las extorsiones a las que son sometidos.

Si no podemos cuidar a quienes son los llamados a proteger nuestra infraestructura, menos podremos, seriamente, mitigar los impactos cuando las aguas arrecien.