"Hoy no se tiene certeza del número de fallecidos; no obstante se estima en varios miles. Las cifras van entre 5,000 y 10,000 personas". (AFP).
"Hoy no se tiene certeza del número de fallecidos; no obstante se estima en varios miles. Las cifras van entre 5,000 y 10,000 personas". (AFP).

Una terrible y poco difundida noticia –en nuestros medios– ha tenido lugar en Libia muy recientemente. Un ejemplo más de la severidad con la que golpean los eventos extremos en un entorno de continuo calentamiento global.

Hace unos días, una explosiva combinación de una baja presión cerca de las islas griegas en el Mediterráneo se exacerbó con una baja presión en las partes altas de la atmósfera local. Algo que llamamos una Dana: depresión aislada en niveles altos. Para citar un ejemplo, fue una Dana la que causó, no hace muchos años, dos fenómenos atípicos en la costa: granizo en Chincha y una tempestad eléctrica en Lima.

Volviendo a las islas griegas, el conjunto de mal tiempo fue denominado tormenta Daniel. Es lo que llamamos un Medicane, la unión de Mediterráneo con Hurricane, huracán en inglés.

El golpe sobre Grecia fue brutal, hasta 1,000 milímetros cayeron en algo más de dos días en partes de dicho país y 70,000 hectáreas de la planicie de Tesalia quedaron completamente inundadas.

Lo más brutal, sin embargo, estaba por llegar: Daniel se retiraría del territorio griego y cruzaría de norte a sur el mar Mediterráneo para descargar su fuerza sobre Libia.

La mayor catástrofe climática de 2023 estaba en curso. Ha llovido de manera extrema en Libia. Imágenes de satélite distribuidas por la prensa internacional dejan ver lagunas en medio del desierto. La sobrecarga de agua en algunos cauces sobrevino en el colapso de dos reservorios que generaron una ola de hasta 7 metros que encimó a la población de Derma donde vivían 100,000 personas aproximadamente. Hoy no se tiene certeza del número de fallecidos; no obstante se estima en varios miles. Las cifras van entre 5,000 y 10,000 personas.

Varias lecciones: Un representante de la ONU que está vinculado a la ayuda internacional declaró: “Si hubiera habido un servicio meteorológico funcionando normalmente, habrían emitido las advertencias y también la gestión de emergencia habría podido llevar a cabo evacuaciones de la gente y habríamos evitado la mayoría de las víctimas humanas”.

Esto último es de especial relevancia para países en desarrollo. Nosotros no tenemos un SENAMHI fuerte. Ni independiente. En los últimos días, a pedido del Ejecutivo, fue cesado el presidente de esa institución, en las puertas de la temporada de lluvias 2023-2024; los informes del ENFEN tienen que pasar el visto bueno de autoridades dentro del Estado.

En mi experiencia personal y soy testigo de primera mano, toda la información de tiempo y clima que emiten las instituciones de los Estados Unidos salen de los científicos al público sin ningún tipo de interferencia del gobierno de turno. ¿Por qué acá no?