Nuestra costa ya tiene meses de aguas sobrecalentadas y estamos experimentando los efectos típicos de lo que aquí siempre se denominó El Niño, señala el columnista. (Foto: Agencias)
Nuestra costa ya tiene meses de aguas sobrecalentadas y estamos experimentando los efectos típicos de lo que aquí siempre se denominó El Niño, señala el columnista. (Foto: Agencias)

Esta semana, aparece la NOAA con su informe mensual sobre el Ciclo El Niño-La Niña como lo hace cada mes anunciando que ya tenemos un débil Niño Global y que crecerá. Estos informes se emiten desde hace décadas. ¿Y qué es la NOAA? Es una organización gigantesca que depende del Departamento de Comercio de los Estados Unidos y que dedica su trabajo a estudiar, monitorear y anticipar el estado del tiempo (corto plazo) y clima (largo plazo) de la atmósfera y océanos de casi todo el planeta donde exista intereses de Estados Unidos. Para ello tiene un presupuesto de $6,200′000,000. Muy distinta a la NASA que se dedica a misiones espaciales; entre ellas a lanzar satélites que – previamente coordinados con la NOAA – tendrán a su cargo hacer el monitoreo global de los océanos y de los continentes. Para ello tiene un presupuesto de $25,400′000,000.

Sin eso no hay forma de disponer de la tecnología que hoy nos ayuda a advertir que ya llegó El Niño Global.

El Niño Global se denomina en Perú al calentamiento atípico y duradero del centro del Océano Pacífico. Para todo el resto del mundo se llama Niño o Fenómeno del Niño. Para nosotros no. Y las razones son perfectamente valederas. Pues hay años como este donde nuestra costa ya tiene meses de aguas sobrecalentadas y estamos experimentando los efectos típicos de lo que aquí siempre se denominó El Niño (desde el Siglo XIX) y ahora costero; mientras en el resto del océano no pasaba nada.

Cuando se hable de la historia climática de 2023 se escribirá que El Niño Costero en la costa de Sudamérica empezó en febrero y en el Pacífico central en junio.

Es muy confuso y esa confusión es la base de la desinformación.

Ahora bien, ¿Por qué tanta cosa con El Niño o La Niña? La respuesta es sencilla. Hay dos tipos de impactos económicos, sociales, etcétera, que nos presentan la atmósfera y los océanos: los de tiempo y los de clima. Estos últimos que afectan estaciones enteras pueden ser muy costosos; por eso las potencias invierten fortunas como lo señalo al inicio de esta columna, en anticiparlos.

Más allá de las cuatro estaciones; el péndulo que se genera en las aguas superficiales del Océano Pacífico Ecuatorial entre años cálidos de El Niño y fríos de La Niña ocupa (en cualesquiera de sus magnitudes) la mitad de nuestras vidas; y como vemos ahora, es capaz de afectar las estaciones del año, que son el gran elemento de la variabilidad del clima. A Perú le va a costar el 2023 en menores ingresos y en gastos bastante más de $1,000′000,000 y parte del impacto llueva o no en el norte vendrá en el 2024 además.

A nosotros y a nuestra economía nos afecta El Niño Costero. El Global, que en este caso se inició a partir del Niño Costero le plantea dos riesgos: Uno seguro: más alimentación de aguas cálidas hacia Sudamérica (siempre y cuando los vientos costeros estén debilitados como lo han estado) y uno más incierto que establece que en presencia del Global, se puede generar una deficiencia de lluvias en verano en la sierra sur y central.