Hace muchos años que no tengo una buena relación con Tafur. De verdad, que lo lamento porque reconozco que es un tipo entretenido, muy buen periodista, hábil padre de distintos tipos de medios (diarios, revistas y medios digitales) y —last but not least— porque fue él quien me lanzó a escribir de nuevo regularmente columnas (después que le mandé espontáneamente una, donde destrocé a Mirko Lauer porque me indignó que ese pasado sirviente del dictador Velasco se ponga a pontificar). Luego Tafur es malhablado, chismoso, conchudo para ocultar su pasado fujimorista y le sigue siempre el juego a los caviares por convenido, pero esas ya son otras historias. Pero no puedo menos que protestar vivamente por el atropello al que lo ha sometido el Ministerio Público, tratándolo arbitrariamente como si fuera un criminal con ese allanamiento a su casa y esa incautación de sus computadoras y celulares con unos pretextos muy ligeros, por ser generosos. ¡A leguas se nota que se trata de una vengativa represalia! Tafur jamás ha escrito una línea ni dicho una palabra cuando conmigo se han hecho arbitrariedades, pero aun así no merece menos que ser absolutamente solidarios con él en estos momentos y espero también que el gremio no le dé la espalda (no creo, porque se lleva bien con los caviares). Lo más escandaloso es la diferencia en el trato que la Fiscalía le ha dado a Tafur comparado con Gorriti. Con Gorriti existe un testimonio nuclear de Villanueva, en que todo calza perfectamente en su juego con esos dos fiscales, y con las justas se han atrevido a requerirle su número de celular, encima dándole un plazo de cinco días para eso. Gorriti solo por este pedido les ha armado unos de sus típicos berrinches de profeta bíblico (él debió ser el “Moisés” de ese clásico del cine y no Charlton Heston. Ya le veo sermoneando iracundo al pueblo hebreo) y ya se le chuparon. Como bien escribió George Orwell “Todos los animales son iguales, pero algunos son más iguales que otros”.