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[OPINIÓN] Jaime Bedoya: Noticia peruana típica (II)
“Profunda conmoción ha generado a la opinión pública el filtrado masivo de 3 millones y medio de conversaciones privadas de WhatsApp en un escándalo de implicancias políticas, penales, psicológicas y sentimentales sin precedentes”.
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Profunda conmoción ha generado a la opinión pública el filtrado masivo de 3 millones y medio de conversaciones privadas de Whatsapp en un escándalo de implicancias políticas, penales, psicológicas y sentimentales sin precedentes.
La filtración alcanza a la Corte del Tribunal Mayor (CTM), a la Resolución Constitucional de la Sala Magisterial (RCSM), a la Hermandad Jurídica del Perú (HDP), a la Procuraduría Tutelar Ministerial (PTM) y a toda la sociedad en general.
Los hechos se desencadenaron cuando un asesor de la CTM adscrito a la RCSM, Ricardo Cacho Mucho, perdiera su teléfono celular en un karaoke del centro de la ciudad. Se le imputa a la fémina Rosa Melo Fuertes, encargada interina de la HDP ante la prisión preventiva de su director, haber acaparado la selección musical con un popurrí del cantante méxicano Luis Miguel, generando el fastidio de la concurrencia.
En esas circunstancias, desde una esquina del establecimiento y en aparente estado de ebriedad, Cacho Mucho, jactándose de su relación con la CTM, habría proferido el calificativo de “pareces fujimorista, déjanos cantar” procediendo a denunciar los hechos por WhatsApp ante su jefe inmediato Benjamín Bohórquez Tumialán, responsable de la PTM, organismo tutelar de la CTM, de la RCSM y de los HDP.
Un error de digitación hizo que ese mensaje fuera enviado a la totalidad de su lista de destinatarios, un espectro inmenso de autoridades, políticos, empresarios y periodistas, relaciones cosechadas a lo largo de décadas de cabildeo y trasiego de favores de toda índole. El mensaje también fue enviado a la cantante Leslie Shaw, a quien Cacho Mucho venía acosando digitalmente hace cuatro meses.
Peritos lograrían recuperar el mensaje originario de este caos. Su contenido rayaba en lo incomprensible, pero fue clave para que millones de personas pudieran saber si su mensajería se había visto comprometida. Decía así:
¡etsa vomsbumadre fusjimrotaq no estas ogvliagndoa. ecuaharq esa musica de mowrda del ca,mrazo arrñgdo de luis migauel ¡
Según la reconstrucción de los hechos, la confrontación escaló cuando la señora Melo, que seca alcanza los 91 kilos, propinó una bofetada a mano abierta en la cara de Cacho Mucho cuando este, entre improperios alusivos a la figura del indulto humanitario, provocadoramente añadiera que Juan Gabriel era más artista que Luis Miguel. Según testigos, el asesor profirió este juicio de valor utilizando su apellido como verbo transitivo, siendo Luis Miguel quien recibía la acción verbal. “Calla parásito caviar " fue la sentencia de Melo mientras se remangaba la manga de su brazo derecho, el dominante.
Tras el cachetazo, el aparato celular de Cacho Mucho, un Hawail 5, salió disparado hasta la cabina del disc jockey Jonhattan Tumialán Bohórquez. Este, luego de ponerlo a buen recaudo, solicitó permiso laboral aquejado de un malestar estomacal de naturaleza explosiva. Daba la casualidad de que Tumialán era el propietario de un emprendimiento digital en las Galerías Wilson, Tecno Tumi. En horas ya tenían perfilada la base de datos de todos los afectados, a quienes Tecno Tumi discretamente les ofrecía un servicio de profilaxia digital.
Al día siguiente en el Congreso, luego de asegurarse un bono de contigencia por 50 mil soles ante ese ataque a la privacidad nacional, se admitió la conformación de una comisión investigadora con presupuesto para viajes y bufet. En el debate la congresista Bazán acusó al fujimorismo de lusimiguelista, pues privilegiaba la representación blanca para camuflar una organización criminal. Mientras que Bellido, defendiéndose sin que nadie lo atacara, aseveraba que a nadie hacía menos hombre ni más caviar el preferir a Juan Gabriel. Al cabo de cinco horas de debate, y en nombre de la reconciliación nacional, se votó a favor de instalar en el hemiciclo una curul vitalicia al cebiche al lado del de la de Miguel Grau.
Mientras eso sucedía en la plaza Bolívar, en las vecinas instalaciones de la RCSM se realizaba una incineración de celulares, control de daños que los HDP cuestionaron como inútil ante el silencio estratégico de la CTM. Esta entidad albergaba a un intoxicado asesor Cacho Mucho, postrado en sus oficinas con la madre de todas las resacas mientras revolvía en su cabeza la letra de Querida. Especialmente la parte de dime cuánto tú vas a volver, ha, ha.
Esa misma tarde, sorprendido en un almuerzo bailable de camaradería navideña, Benjamín Bohorquez Tumialán, responsable máximo de la PTM, institución tutelar de la CTM, los HDP y la RCSM, enfrentó a la prensa. Anunció que se había realizado una licitación pública de emergencia, y que tras la buena pro la compañía ganadora Tecno Tumi habilitaría en el acto un buscador alfabético para que cada ciudadano pudiera cotejar si aparecen sus conversaciones privadas, a fin de contactar prontamente con el abogado de familia de su elección.
Una aguda reportera inmediatamente lo encaró repreguntando si en esa lista las mujeres saldrían con su apellido de soltera o de casada, emplazándolo a deslindar de la opresión heteropatriarcal que nos había llevado a esta crisis que entregaba el país a una organización criminal.
Bohorquez Tumialán, factotum de la PTM y accionista mayoritario de Tecno Tumi, aturdido por la complejidad de la pregunta y en aparente estado de ebriedad, exhaló lo que luego en redes se discutiría durante semanas si había sido un eructo o un suspiro.
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