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[OPINIÓN] Jaime Bedoya: Un búnker para Dina y Gareca
"Dina podría tener a bien cederle una habitación a Ricardo Gareca cada vez que vuelva al Perú, ahora que ha hecho lo que no se hace: preferir a Pepe Cortisona antes que al Israelita”.
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El mejor amigo de Alejandro Toledo, Mark Zuckerberg, sabe algo que nosotros no sabemos.
Para empezar, supo cómo hacerse obscenamente adinerado comercializando la soledad de la gente. Aparte de eso, que no es poco, sabe algo más.
Zuckerberg está construyéndose en Hawái un búnker autosuficiente de 1,500 metros cuadrados. Una casa a prueba del fin de los tiempos.
El magnate tecnológico ha llegado a la conclusión de que la sociedad depredadora, narcisista y polarizada que él ha ayudado a desfigurar nos conduce hacia lo irreversible. Lo bueno es que el dinero que gana por seguir deteriorando las cosas le permite estar preparado para lo peor.
Sus pares, la élite de multimillonarios con los que compite por la mansa data de usuarios que transforman en metálico, también saben algo. Eso explica la obsesión compartida por encontrar revertir las leyes naturales. Algunos persisten en colonizar Marte; otros están inmersos en procesos experimentales para detener el envejecimiento o cargando su cerebro a una supercomputadora.
Hay un humanista ocupado en explorar el impacto de la tecnología digital en nuestras vidas. Se llama Douglas Rushkoff y en su libro Survival of the Richest cuenta cómo, de una manera entre inocente y mórbida, más una cantidad nada despreciable de dinero, aceptó reunirse con cinco de estos billonarios. Él pensaba que querían hablar de la convivencia civilizada entre la tecnología y el futuro. Pues no.
Luego de embarcarlo a una ubicación no revelada, inmediatamente empezaron con preguntas de otro tipo. La primera de ellas:
¿Australia o Nueva Zelanda?
Querían saber era cuál era el lugar idóneo para construir un búnker que sobreviviera al fin del mundo, sea por calentamiento global o guerra biológica. Una isla era la primera opción. Los zombies no nadan.
Para referirse a la caducidad de la civilización los billonarios usaban un eufemismo: el evento. Una vez sucedido este, otro tema los perturbaba:
¿Luego del evento, cómo mantener la autoridad sobre las fuerzas de seguridad privadas?
Había dudas respecto a una lealtad duradera en un contexto de hambruna y violencia. Por eso recalcaban la urgencia de desarrollar robots confiables que reemplazaran la veleidad humana. Eso que ahora lustra tu piso en un futuro defenderá tu vida.
Conforme la paranoia egoísta se iba manifestando cada vez de manera más impúdica en esta reunión privada, Rushkoff entendió que la humanidad estaba en las manos equivocadas en medio de una tormenta perfecta.
El mundo no mejoró cuando individuos disfuncionales, como Zuckerberg, viralizaron su visión del mundo en el tejido social mediante algoritmos adoptados por millones de personas. Se fisuraron la sociedad, los gobiernos, la versión amable del mundo. Lo recaudado por esa disrupción convertida en desastre es lo que ahora financia su escape. Eso es lo que Rushkoff llama la “Ecuación de Aislamiento”: ganar suficiente dinero como para recluirse de la realidad que han creado.
Mientras tanto, a la vez que los billonarios del planeta planean cómo sobrevivir el apocalipsis, nuestra presidenta reparte caramelos en Ayacucho con la consabida jalada de pelos mutada en debate moral: si se justifica la agresión a la autoridad como primitiva forma de justicia, volvemos por un tubo a los tiempos del Hombre de Lauricocha, 10 mil años a. C.
Hay una brecha epistemológica entre lo que pasa en el mundo y lo que pasa en el Perú. Pero en algo se parecen. Así como Zuckerberg es responsable de que Zuckerberg necesite un bunker, Boluarte es responsable de que a Boluarte la gente quiera, y pueda, planear cómo jalarle el pelo para consolidarla como enemiga del pueblo. Su indescifrable política del caramelo post acto sangriento enerva a la gente y les da municiones a sus adversarios.
A Dina no le vendría mal refugiarse en un búnker hasta 2026. Si quiere, acompañada de un panetón Tottus a manera de consuelo político. Como dato, el búnker peruano más conocido es el de Jefferon Agustín Farfán Guadalupe, recinto subterráneo en el que debe haber suficiente ADN de la foquita como para preservar su linaje después del meteorito.
Desde ahí Boluarte estaría a buen recaudo de sí misma. En ese refugio podría tener a bien cederle una habitación a Ricardo Gareca cada vez que vuelva al Perú, ahora que ha hecho lo que no se hace: preferir a Pepe Cortisona antes que al Israelita, el piscola al Huáscar, preferir el cobre de la vida antes que al sol del Perú, ese hacedor de imperios. Vamos, Tigre. Un sueldo no es más importante que el querer.
Tal como Zuckerberg y otros billonarios asustadizos, todos aquellos que no saben vivir deberían refugiarse bajo tierra. Así quedamos todos a salvo, ellos y nosotros.
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