"Es muy importante que las organizaciones tengan referentes de verdad, que hablen menos y hagan más. Que cuando dicen algo sean coherentes con sus acciones, porque como dice nuestro Señor 'por sus frutos los conoceréis'”.
"Es muy importante que las organizaciones tengan referentes de verdad, que hablen menos y hagan más. Que cuando dicen algo sean coherentes con sus acciones, porque como dice nuestro Señor 'por sus frutos los conoceréis'”.

En este , se me viene a la mente que a nivel personal y empresarial, debemos demostrar antes que hablar. Es muy importante que las organizaciones tengan referentes de verdad, que hablen menos y hagan más. Que cuando dicen algo sean coherentes con sus acciones, porque como dice nuestro Señor “por sus frutos los conoceréis”.

Esta parábola del evangelio de Mateo, nos debe llevar a reflexionar cuántas veces nos hemos topado con líderes que hablan de tratar bien a los colaboradores, de entenderlos, de impulsarlos de influir sobre ellos, de tener un buen clima laboral, pero a la hora de tomar medidas, hacen lo contrario.

No sé si cuando hay esas incoherencias, el empresario se da cuenta de que está mintiendo, que una cosa es lo que se dice para las cámaras o para Linkedin, y otra la que hace. La credibilidad es algo para valorarla y hoy la estamos perdiendo. Lo peor para el mentiroso radica en que aun cuando diga la verdad, la gente ya no le cree. Aldous Huxley, comentaba que “gracias a las palabras nos hemos podido elevar por encima de los animales; y, gracias a las palabras, a menudo nos hundimos por debajo de los demonios”.

Hay un principio universal que parece que nos rige en la vida, y se llama el “principio del doble poder”. Siempre que algo tiene poder para el bien, tiene también para el mal. Esto ocurre muy a menudo en las organizaciones, apenas ostentas un cargo alto en alguna función que te genera la posibilidad de influir positivamente en la gente, también tienes la posibilidad de influir negativamente.

Hay casos en que la ambición, o el tener el foco en las cifras financieras, nos ha hecho perder la brújula del objetivo. Tenemos un discurso de priorizar al cliente, pero hacemos todo lo contrario para deteriorar su servicio. Tenemos un discurso sobre meritocracia, pero sacamos a los colaboradores que nos son incómodos porque contradicen nuestro mandato.

Una frase que también se puede emplear es “hechos y no palabras”, acuñada por un político peruano, que tuvo un vasto plan de obras públicas que desarrolló el presidente Manuel Odría entre 1948 y 1956, en este legado dejó obras como vías de comunicación, hospitales, ministerios, hoteles, etcétera. A los políticos de hoy tendríamos que juzgarlos por sus promesas y los hechos que cumplieron, con un ratio que diga, por ejemplo, que el 90% de sus promesas no se cumplieron.

Es por ello que, a la hora de elegir a un líder o a una autoridad que ejerza un poder de mando, debemos revisar sus obras como líder, como impulsador de los colaboradores, como persona, entre otros aspectos de este tipo. Woody Allen, en un ensayo para graduados decía que “más que en ningún otro momento de la historia, la humanidad se halla en una encrucijada. Uno de los caminos lleva a la desesperación total, y el otro a la extinción absoluta. Esperemos tener la suficiente sabiduría para elegir de manera correcta”. A veces las decisiones son de esa naturaleza, pero quien pregona con el ejemplo la podrá elegir mejor.

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