Sobreprotección en el espacio público y desprotección en línea no son una buena combinación, advierte el columnista. (Foto: pixabay)
Sobreprotección en el espacio público y desprotección en línea no son una buena combinación, advierte el columnista. (Foto: pixabay)

Es el título del último libro de Jonathan Haidt, un notable psicólogo social que enseña en la universidad de Nueva York. Apareció el 26 de marzo de este año y se refiere a las consecuencias de la vida colectiva vivida en gran parte a través de celulares inteligentes y redes sociales.

Sobre todo los nacidos hacia fines de los 90, integrantes de la llamada generación Z, que pasan frente a una pantalla más de 50 horas a la semana —más que en un trabajo— y que están permanentemente atentos a vibraciones y notificaciones.

Desde que la pregunta ¿dónde ponemos la computadora de la casa? dejó de tener sentido y nos trasladamos con una, que también es TV, en la palma de nuestra mano, la niñez y adolescencia transcurren en el mundo virtual. Cada vez se alejan más del juego espontáneo no supervisado y las comunidades estables integradas por personas de carne y hueso, para hacer su camino en el universo digital, hecho de colectivos gaseosos aunque intensos.

Sobreprotección en el espacio público y desprotección en línea no son una buena combinación: ausencia de habilidades sociales para negociación y resolución de conflictos, polarización de opiniones que encubren lo moderado, comparación permanente con referentes idealizados, avergonzamiento, son algunas de las consecuencias negativas.

Junto con una marcada disminución del sueño reparador, una capacidad de mantener atención constante que no va más allá de los 20 segundos —el simple hecho de tener el celular en el bolsillo es un distractor—, la facilitación de conductas adictivas que interfieren con el desempeño cotidiano y un notable incremento de malestar psicológico.

¿Exageración, la milenaria queja de los viejos acerca de los jóvenes, miedo a las tecnologías disruptivas, ansiedades de las clases más acomodadas? Seguramente algo de todo eso hay, pero debemos, con la ayuda de los jóvenes, considerar lo anterior de manera seria, sin cerrar los ojos a las promesas de la virtualidad.