Otros rasgos para otras épocas. (GETTY)
Otros rasgos para otras épocas. (GETTY)

Los rasgos de personalidad —esas maneras de sentir y reaccionar que se mantienen estables a lo largo de la vida— probablemente se distribuyen de manera pareja en todos los tiempos y todas las coordenadas geográficas. Es una afirmación que no todos los especialistas comparten, pero que parece plausible a quien escribe estas líneas.

En otras palabras, no hay sociedades o épocas en las que hay más, digamos, introvertidos, que otras donde habría más extrovertidos. Y lo mismo para todos los pares de opuestos entre los que nos situamos los humanos. Estables/reactivos, intelectuales/sentimentales, dependientes/autosuficientes y escrupulosos/relajados.

Lo que sí es cierto es que algunos de esos rasgos pueden ser más cotizados, valorados y puestos como ejemplo deseable en distintas circunstancias geográficas o históricas.

Hemos vivido una larga época, por lo menos en la cultura occidental, en la que la asertividad, la voluntad de tomar riesgos, la creatividad, la innovación, la ambición, el deseo de logro, la independencia han sido la combinación que definía el éxito, el perfil deseable, el modelo a imitar. En efecto, buena parte de los libros de autoayuda y no pocos talleres y seminarios tenían como objetivo “enseñar” a sus lectores y participantes esos estilos ganadores y victoriosos en una cultura centrada en llegar a la cima rápido.

Así como la pandemia que sufrimos va a reordenar prioridades en los objetivos de los gobiernos, es probable que van a ser otros rasgos los que van a ser valorados socialmente y, por lo tanto, las personas que los tienen van a ser vistas como ideales. Quizá llegó la época de los introvertidos, los cautos, los normativos, los moderados, los austeros. Para bien y para mal.

TAGS RELACIONADOS